Qué Significa El Nombre Tomás

¿Qué significa el nombre de Tomás en la Biblia?

Mártir Culto público Canonización   Culto inmemorial Festividad
  • 3 de julio ( rito romano )
  • 6 de octubre ( rito bizantino )
  • 26 Pashons ( rito copto )
Venerado en Iglesia ortodoxa, Iglesia católica, Iglesias ortodoxas orientales e Iglesia asiria del Oriente Patronazgo India Ducado de Parma Arquitectos ​ Geómetras ​ Jueces ​ Santuario Basílica de Santo Tomás Información personal Nacimiento siglo I Galilea ( Israel ) Fallecimiento 3 de julio de 72 jul. Meliapor ( India )

Tomás ( hebreo : תוֹמָאס; griego : Θωμᾶς; copto : ⲑⲱⲙⲁⲥ; sirio : ܬܐܘܡܐ ܫܠܝܚܐ Tʾōmā šliḥā), llamado también Judas Tomás Dídimo, fue uno de los doce apóstoles de Jesús, según el Nuevo Testamento, El nombre Tomás significa «gemelo» en arameo, y Dídimo tiene la misma acepción en griego,

Tomás es a menudo conocido como « Tomás el incrédulo » debido a que dudó inicialmente de la resurrección de Jesucristo, cuando le hablaron de ello (tal y como se narra en el Evangelio de Juan ), si bien luego confesó su fe («Mi Señor y mi Dios») al ver las llagas infligidas en su cuerpo durante la crucifixión,

De acuerdo con los relatos tradicionales de los Cristianos de Santo Tomás de la actual Kerala, en India, Tomás viajó fuera del Imperio Romano para predicar el Evangelio, llegando incluso hasta el Tamilakam, localizado en el sur de la India, ​ ​ ​ ​ en el año 52 d.C.

  1. ​ ​ En 1258, algunas de sus reliquias fueron llevadas a Ortona, en Abruzos, Italia, donde han sido mantenidas en la Iglesia de Santo Tomás Apóstol.
  2. Es venerado como santo tanto por la Iglesia católica como por la Iglesia ortodoxa, y es considerado el santo patrón de la India entre sus fieles cristianos, ​ siendo su fiesta litúrgica en el rito romano, el 3 de julio, celebrada como el Día de los Cristianos de la India.

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¿Cómo le dicen a los Tomás?

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Tomás
Origen Arameo
Género Masculino
Santoral 3 de julio
Significado Gemelo
Zona de uso común En todo el mundo
Artículos en Wikipedia Todas las páginas que comienzan por « Tomás ».

Tomás (en siríaco : ܬܐܘܡܐ, Toma); es un nombre propio masculino. Fue originado de la designación aramea תום tōm “gemelo”. El cognado hebreo es תאום tə’ōm. En el Nuevo Testamento la designación fue aplicada a Judas Tomás Dídimo, el segundo Judas de los Apóstoles, de ahí el significado “gemelo”.

¿Cómo se dice Tomás en árabe?

كان يعمل مع شخص يدعى توم.

¿Cuál es el significado del nombre Martín?

Etimología del nombre Martín: – Según los estudios antroponímicos se considera que el nombre Martín proviene del latín y está asociado con la mitología romana como aquel es vive en consagración al dios Marte, que en griego corresponde a Ares, dios de la guerra.

  • Este nombre fue extendido durante la Edad Media hasta nuestros días,
  • Se conoce a Martin de Braga, también conocido como Martin de Dumio, Martín de Panonia o el Apóstol de los suevos, fue un obispo, teólogo y escrito eclesiástico húngaro durante el siglo V que se preocupó por los valores cristianos.
  • San Martín de Porres fue un fraile de la Orden de los dominicos durante el siglo XVII que nació en el actual Perú.

Martin Lutero fue un teólogo y fraile católico alemán que estudio la doctrina religiosa y realizó reformas en la iglesia dando origen al protestantismo. Martín es la variante del nombre en castellano.

¿Qué significa el nombre Tomás en el amor?

Personalidad del nombre Tomás – Tomás es un hombre conversador, divertido y elocuente, Tiene una genialidad y creatividad única para entretener a todos con su espontaneidad. Por eso, a muchas personas les encanta oírlo contar sus historias y aventuras.

En el amor, es muy romántico y un seductor empedernido. De hecho, suele consentir y colmar de atenciones a su futura pareja. No obstante, una vez iniciada la relación, él tiende a tornarse algo inseguro y celoso. En el trabajo, es frecuente ver a Tomás especializarse en las áreas de las finanzas, derecho o en las artes escénicas.

Sus dotes en oratoria y su facilidad conversacional le ayudan a escalar importantes puestos en el ámbito laboral. Con sus amigos, es una pieza clave para mantener la armonía y la unión dentro de su círculo de amistades. Es un compañero en el cual todos confían y que siempre buscan en los momentos que necesitan de algún apoyo.

¿Qué le dijo Jesús a Santo Tomás?

Santo Tomás Apóstol | EWTN Poco se registra de Santo Tomás Apóstol. Sin embargo, gracias al Evangelio de Juan, su personalidad nos resulta más clara que la de algunos otros de los Doce. Santo Tomás fue uno de los doce apóstoles originales de Cristo. Se le sostiene como ejemplo de fe en nuestro Señor a pesar de su búsqueda de certezas y de las dudas que tenía.

  1. ¿Cuándo es la fiesta de Santo Tomás Apóstol? La Iglesia celebra la Fiesta de Santo Tomás Apóstol el 3 de julio.
  2. Aunque las fiestas de los santos se celebran típicamente en la fecha de su muerte, se desconoce la fecha exacta de la muerte de Santo Tomás.
  3. Se eligió la fecha del 3 de julio para conmemorar la fecha en que sus reliquias fueron trasladadas a Edesa (en la actual Turquía), posiblemente desde el sur de la India, donde los cristianos reclaman a Tomás como el Apóstol que los evangelizó.

¿Quién fue Santo Tomás Apóstol? Santo Tomás es uno de los Doce Apóstoles escogidos por Jesús para evangelizar el mundo y pastorear Su rebaño (la Iglesia) después de Su Ascensión al Padre. Este uso formal de Apóstol distingue a los Doce, y luego a San Pablo elegido por Cristo Resucitado, de todos los demás, como los que hoy cumplen el oficio apostólico (los obispos), los discípulos que siguieron a Jesús en su tiempo y en el nuestro, y todos aquellos que realizan obras de evangelización a lo largo de la historia, “apóstoles” en sentido genérico.

Entonces le dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y extiende tu mano, y métela en mi costado; no seáis incrédulos, sino creyentes.” Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Has creído porque me has visto? Bienaventurados los que no han visto y sin embargo creen.” – Juan 20:27-29 ¿Por qué es más conocido Santo Tomás Apóstol? Santo Tomás Apóstol es más conocido por ser el Apóstol que dijo que no creería que Cristo realmente resucitó de entre los muertos hasta que colocó su dedo en Su costado.

Se le conoce comúnmente como “Tomás el incrédulo”. Se redimió, sin embargo, al ver al Señor Resucitado, pronunciando la expresión de fe utilizada por los cristianos desde entonces: “¡Señor mío y Dios mío!”. ¿Cómo llamó Jesús a Santo Tomás? No hay un relato claro del momento en que Jesús llamó a Santo Tomás para que lo siguiera.

  1. No se sabe mucho sobre Santo Tomás antes de conocer a Jesús, aparte del hecho de que era judío.
  2. ¿Por qué a Santo Tomás se le llama “Tomás el incrédulo”? Santo Tomás se ganó el nombre de “Tomás el incrédulo” por su incredulidad en la Resurrección de Cristo.
  3. Después de que Cristo resucitó de entre los muertos, se apareció a todos los Apóstoles excepto a Tomás.

Podemos leer el relato donde los Apóstoles fueron a contarle a Tomás lo que habían visto en el Evangelio de Juan. Entonces los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Pero él les dijo: “A menos que vea en sus manos la marca de los clavos, y meta mi dedo en la marca de los clavos, y meta mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, Sus discípulos estaban nuevamente en la casa, y Tomás estaba con ellos. Las puertas estaban cerradas, pero Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: “La paz sea con vosotros”. Luego le dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y extiende tu mano, y métela en mi costado; no seáis incrédulos, sino creyentes.” Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:25-28) “¡Señor mío y Dios mío!” – Santo Tomás Apóstol En Romanos 16:26, San Pablo habla de nuestra obligación moral de practicar la “obediencia de la fe”.

En el Catecismo de la Iglesia Católica se nos recuerda que “el primer mandamiento nos exige nutrir y proteger nuestra fe con prudencia y vigilancia, y rechazar todo lo que se le oponga”. (CCC 2088) El Catecismo continúa explicando la diferencia entre la duda voluntaria e involuntaria sobre la fe, así como la incredulidad, explicando que se trata de tres formas específicas de pecar contra la fe.

  1. La duda voluntaria sobre la fe ignora o se niega a tener por cierto lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone como creencia.
  2. La duda involuntaria se refiere a la vacilación en creer, la dificultad para superar las objeciones relacionadas con la fe, o también la ansiedad suscitada por su oscuridad.

Si se cultiva deliberadamente, la duda puede conducir a la ceguera espiritual. La incredulidad es el descuido de la verdad revelada o la negativa deliberada a asentir a ella. “La herejía es la negación obstinada post-bautismal de alguna verdad que debe ser creída con fe divina y católica, o es igualmente la duda obstinada acerca de la misma; la apostasía es el repudio total de la fe cristiana; el cisma es la negativa a la sumisión al Romano Pontífice o a la comunión con los miembros de la Iglesia sujetos a él”.

Catecismo de la Iglesia Católica 2088-2089 ¿Qué le dijo Jesús a Tomás? El discurso más famoso entre Jesús y Santo Tomás es cuando Santo Tomás dudó de la Resurrección de Jesús y puso su dedo en el costado de Jesús como prueba. Jesús le respondió: “¿Has creído porque me has visto? Bienaventurados los que no han visto y sin embargo creen.” (Juan 20:29).

¿Cuál es la famosa frase de Santo Tomás Apóstol? El dicho más frecuentemente atribuido a Santo Tomás es “¡Señor mío y Dios mío!”, registrado en Juan 20:28. Nos dice que al decir esto, Tomás no solo está afirmando su creencia en la resurrección de Cristo, sino que también está proclamando audazmente la divinidad de Cristo.

Algunas personas, particularmente aquellas que niegan la divinidad de Jesús, creen que Santo Tomás fue incrédulo y, por lo tanto, dijo el nombre de Dios como una blasfemia, sin identificar a Jesús como Dios. Si este hubiera sido el caso, Jesús lo habría reprendido. Esta expresión orante, por tanto, es la que los cristianos pueden utilizar, tanto en los momentos de duda como para expresar en silencio su fe, como en la consagración del pan y del vino, cuando Cristo se hace presente.

¿Cuál es el símbolo de Santo Tomás? Cada Apóstol tiene su propio símbolo para representarlo. Santo Tomás está representado por una lanza y una regla. El gobernante hace referencia a su profesión de constructor y la lanza representa su martirio. ¿De verdad crees que fue por casualidad que este discípulo elegido estuvo ausente, luego vino y oyó, oyó y dudó, dudó y tocó, tocó y creyó? Todo esto no sucedió porque sí, sino por disposición divina.

La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe.

De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y que palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección. – San Gregorio Magno ¿Qué significa “Tomás” y era él el hermano gemelo de Jesús? El nombre “Tomas” es de origen arameo y se sabe que significa “gemelo”.

  • En las Escrituras, también se hace referencia a Tomás como “Dídimo”, que significa “gemelo” en griego.
  • Debido a esto, algunos han llegado a la conclusión de que, si el nombre de Tomás significaba “gemelo”, debe haber sido el gemelo de Jesús, o al menos su hermano.
  • En ninguna parte la tradición bíblica, eclesiástica o histórica apoya tal especulación.

San Lucas aclara al describir la Anunciación del Arcángel a María la naturaleza singular de la concepción del Señor (Lucas 1). Por lo tanto, la Iglesia siempre ha defendido la virginidad perpetua de María como la verdadera “arca de la Alianza”, que solo sostuvo en su interior al Verbo de Dios hecho Carne.

Juan 1). ¿Santo Tomás trajo el cristianismo a la India? Varias tradiciones no bíblicas de veracidad incierta sugieren el hecho de que Santo Tomás evangelizó partes de la India a mediados del siglo I. En conjunto, sugieren al menos una opinión histórica común. Sin embargo, la evidencia más fuerte es la de los llamados cristianos de Santo Tomás, creyentes de la India ellos mismos, cuyas propias tradiciones tienen a Tomás como su fuente apostólica, y no otra.

¿Quiénes son los “Cristianos de Santo Tomás” hoy? En la actualidad, los cristianos que atribuyen su fundación en el siglo I al apóstol Tomás están representados por cristianos tanto de la Iglesia católica como de la ortodoxa, principalmente en Kerala, un estado indio en la costa suroeste del subcontinente.

  • Por su afinidad ritual con la tradición litúrgica siríaca, las Iglesias siro-malabar y siro-malankara pertenecen a esa familia litúrgica oriental.
  • Desde la llegada de los portugueses en el siglo XVII, algunos siro-malabares han entrado en comunión con Roma, y ​​otros siro-malabares y siro-malankaras han restablecido la conexión con la Iglesia siríaca de Oriente y los ortodoxos.

Asimismo, gracias a los esfuerzos de San Francisco Javier y otros misioneros católicos, algunos indios han adoptado el rito latino. Finalmente, algunos adoptaron el protestantismo. ¿Dónde leemos acerca de Santo Tomás en la Biblia? Podemos leer sobre Santo Tomás en la Biblia principalmente en el Evangelio de Juan.

  1. Los tres pasajes más notables de las Escrituras relacionados con Tomás son Juan 11:1-16, Juan 14:1-14 y Juan 20:24-29.
  2. En Juan 11:1-16, Tomás animó a los otros discípulos a acompañar a Jesús cuando iba a visitar a Lázaro después de su muerte.
  3. En Juan 14:1-14, cuando Jesús les dice a sus discípulos que les va a preparar un lugar y que saben el camino al lugar, Tomás respondió diciendo: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿Cómo podemos saber el camino? (Juan 14:5).

Y en Juan 20:24-29, el pasaje más conocido, se muestra al Apóstol dudando de la resurrección de Cristo y luego proclamando Su divinidad después de poner su dedo en el costado de Cristo. ¿Santo Tomás fue testigo de la Asunción de María al Cielo? Hay historias contradictorias sobre los eventos exactos que rodearon la Asunción de nuestra Santísima Madre y quién estuvo presente en los eventos que condujeron a ella.

En su Constitución Apostólica Munificentissimus Deus que define el dogma de la Asunción, el Papa Pío XII enseña la tradición universal de Oriente y Occidente de que Nuestra Señora “se durmió” (su dormición) en el Señor, fue puesta en una tumba (MD 17ff), y algunos días después fue Asunta, en presencia de todos los Apóstoles.

Entre las tradiciones relacionadas con esto hay una que sostiene que Santo Tomás estuvo ausente en el momento de su muerte, pero fue transportado milagrosamente a su tumba después de su entierro, donde fue testigo de su Asunción al Cielo. El Señor sabe cuándo y cómo hacer las cosasTomás puso sus dedos en las llagas del Señor.

Pero no dijo: “Es verdad, el Señor ha resucitado”. Fue más allá; dijo: “Señor mío y Dios mío”. A partir de su incredulidad, el Señor lo llevó a profesar no sólo su creencia en la Resurrección sino, sobre todo, su creencia en la divinidad del Señor. – Papa Francisco, Meditación matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, 3 de julio de 2013 ¿Qué es el “Cinturón de Tomás”? Una leyenda dice que, en relación con el testimonio de Santo Tomás de la Asunción de la Santísima Virgen María, un cinturón anudado, o faja, cayó del cielo sobre él.

Algunos creen que siendo precisamente “Tomás el Incrédulo” quien no pudo presenciar su muerte, nuestra Santísima Madre lo eligió para presenciar su Asunción a los cielos, dejándole una señal física como prueba de lo ocurrido. En Italia se conserva un cinturón que dice ser este cinturón y, a menudo, se representa en el arte medieval.

¿Cómo murió Santo Tomás y dónde está enterrado? Se cree que Santo Tomás fue martirizado con una lanza en la India. Una tradición histórica sostiene que después de su muerte, algunas de sus reliquias fueron llevadas a Edesa, ubicada hoy en el sureste de Turquía, mientras que el resto se mantuvo en la India.

Estos últimos todavía se pueden encontrar en la Basílica Catedral de Santo Tomás en Chennai, Mylapore, India. Se cree que las reliquias que alguna vez estuvieron en Edesa, fueron luego llevadas a la Basílica de Santo Tomás Apóstol en Ortona, Italia. ¿Qué podemos aprender de Santo Tomás? La principal virtud que podemos aprender de Tomás es la de la Fe.

Después del escepticismo de Tomás ante la Resurrección de Nuestro Señor, Jesús le dijo: “¿Has creído porque me has visto? Bienaventurados los que no han visto y sin embargo creen.” (Juan 20:29). De este incidente, por tanto, debemos aprender esta lección de Nuestro Señor: tener fe y creer, incluso sin ver.

¿De qué es patrono Santo Tomás? Santo Tomás es el patrón de los arquitectos y constructores, debido a su profesión. : Santo Tomás Apóstol | EWTN

¿Cómo se dice Tomás en chino?

( Thomas en chino )

¿Cómo se dice Tomás en japonés?

トマス es ‘tomas’ en japonés – LEXIQUETOS.

¿Cómo se escribe Tomás de tomar o beber?

Aguda. La última sílaba de la palabra es la acentuada: tomar, Tomás, reloj, canté.2.

¿Cómo se dice Tomás en euskera?

Euskera: Toma, Tomax.

¿Cuál es el significado del nombre Mateo?

Mateo significa “El gran regalo de nuestro Señor”. El origen de este nombre masculino se remonta al hebreo. Sus primeras apariciones residen en la Biblia, específicamente en el Nuevo Testamento. Su variante del inglés es “Matthew”, del nombre hebreo Mattiyahu, derivado del nombre griego Mathaios y del latín Matthaeus.

El nombre Mateo es muy conocido dentro del habla hispana, aunque en España no se emplea tanto como en Latinoamérica. La amabilidad es el principal rasgo de su personalidad; su presencia es agradable y aporta a su entorno una sensación de optimismo. Siempre ofrecerá su hombro y ayudará a ver las cosas de una forma distinta.

Mateo es un hombre que provoca encanto en sus parejas. En inglés se escribe Matt, Matthew o Matty, entre otros. En alemán le conocerás como Mathias. En francés se escribe Mathieu y en italiano se conoce como Matteo. Es un bello nombre para tu futuro hijo.

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¿Cuál es el significado del nombre Lucas?

Etimología 1 –

Lucas
Pronunciación ( AFI ):

Del griego antiguo Λουκάς (“el que ilumina”). Alternativamente, del latín Lucanus (“nativo de Lucania “). De Lug, dios celta, y ‘as’, roca en ibérico, con el significado final de: La roca de Lug; por otra parte, nombre relacionado com luz, con Lugo, con Lucano, etc.

¿Qué fue lo que hizo Santo Tomás?

Tomás de Aquino: 10 claves para entender su pensamiento Hablar de Tomás de Aquino es hacerlo de uno de los grandes pensadores de la historia. Teólogo y doctor de la iglesia católica, su filosofía fue una de las más influyentes que han existido, principalmente por lograr aglutinar el pensamiento de Aristóteles con la religión cristiana.

  1. Auténtico titán de la historia del pensamiento, Tomás de Aquino se convirtió en el máximo representante de la teología de su época, y con el paso del tiempo, de toda la escolástica.
  2. Elaboró la influyente doctrina filosófica del «tomismo» que tomaba las que había adoptado el cristianismo anteriormente y las fundió con las tesis de Aristóteles, dando lugar a un pensamiento que marcaría el futuro de la historia.

Su labor habría de ser el primer paso para la independencia de la razón, paso decisivo que terminaría por enterrar la filosofía medieval antes de anunciar la moderna. Estas son las 10 claves de su vida y su pensamiento.1 Tomás de Aquino nació en el castillo de Roccasecca, en Frosinone (Italia).

  • Era uno de los hijos de Landolfo, Conde de Aquino.
  • Estudió en el monasterio de Monte-Casino y más tarde en la Universidad de Nápoles, destacando por su inteligencia, sencillez y mutismo (debido a su gran tamaño y sus largos silencios, se le apodó “El buey mudo”).
  • Decidió ingresar en la orden de predicadores, los famosos dominicos, en 1244, lo que despertó las iras de su madre, quien ordenó a sus hermanos que lo detuvieran, secuestraran y encerraran.

Sin embargo, la determinación de Tomás para cumplir su deseo hizo que su familia terminara cediendo. «Suma teológica mínima (fragmentos esenciales)», de Tomás de Aquino (Tecnos).2 Viajó a París, que terminaría siendo el centro de su vida, y se convirtió en discípulo de Alberto Magno, con quien estudiaría también en Colonia. Residió en varias ciudades de Italia, la última de ellas, Nápoles, donde había empezado a estudiar.

En 1274 salió de viaje para acudir al II Concilio de Lyon, convocado por el papa Gregorio X, pero murió por el camino el 7 de marzo de ese año, en la Abadía de Fossanova.3 Los testimonios que quedan de los más próximos a él destacan su infinita bondad y el intenso afecto que despertaba entre sus amigos y familiares más cercanos.

La iglesia lo canonizó como Santo Tomás. Al nombrarlo doctor de la iglesia y santo patrón de las universidades y centros de estudio católicos (su festividad se celebra el 28 de enero), destacó su tremenda relevancia en la escolástica, término con que se conoce el pensamiento filosófico desarrollado durante la Edad Media, desde la caída del Imperio Romano de Occidente, en 476, hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453, que dominó por completo la vida intelectual de este periodo en toda la cristiandad.4 Es considerado uno de los más importantes filósofos del cristianismo -si no el más relevante-, pues logró fundir el platonismo que hasta entonces había predominado en la filosofía cristiana con principalmente las teorías de la abstracción, del acto-potencia y de la analogía.5 Es necesario destacar, sin embargo, que la famosa expresión “aristotélico-tomista” es errónea.

No puede entenderse como una filosofía que comprende a Aristóteles y santo Tomás. No hay una filosofía aristotélico-tomista, sino simplemente 6 Marcó claramente los límites de la filosofía y la teología, demostrando a la vez la íntima relación que existe entre la fe y la ciencia, lo natural con lo sobrenatural.

Consideraba que filosofía y teología eran dos ciencias distintas, dos formas a partir de las cuales saber. Por un lado, la teología se funda en la revelación divina, mientras que la filosofía lo hace en el ejercicio de la razón humana. La teología, por tanto, no la hace el hombre, sino Dios al revelarse. «Suma teológica», de Tomás de Aquino (Biblioteca de autores cristianos).7 Sus obras son muy numerosas, pero sin lugar a dudas la más importante es la Suma teológica, gran exposición sistemática de su pensamiento y el libro más importante de la escolástica.

  • Buena parte de la producción posterior de esta ha consistido en comentarios a las obras de santo Tomás.8 Logró llevar a cabo la mejor síntesis entre razón y fe que se había logrado hasta la fecha.
  • Concedió a la razón su propia autonomía en todas aquellas cosas que no se deben a la revelación.
  • Para explicar la autonomía de la razón recurrió a la filosofía de Aristóteles como instrumento adecuado para ello.

Desde esta postura, Aquino afrontará antiguas cuestiones, entendiendo, por ejemplo, a Dios como “primer motor del mundo eterno”, el alma como mera forma del cuerpo y la preexistencia de las esencias.9 Las ideas de Tomás de Aquino sobre el hombre son muy innovadoras: lo entiende como una unión de alma y cuerpo, pero no siendo la primera como una mera forma del cuerpo que, por ejemplo, perece con él.

Es su forma, pero también es lo que le da su Ser, su individualidad. El hombre existe y es individuo por su alma. Cada alma es depositaria de su propia inmortalidad. Santo Tomás es el más importante filósofo de la escolástica, pensamiento que dominó la vida intelectual en toda la cristiandad durante la Edad Media 10 Santo Tomás explica la existencia de Dios de cinco maneras, que es lo que reunió en sus famosas “Cinco vías”.

La idea fundamental que establece Aquino para demostrar que Dios existe es que Dios, aunque es invisible e infinito, puede ser demostrado a través de sus efectos, los cuales sí son visibles y finitos. Sabemos, por tanto, que Dios ES. Lo que no sabemos y no podemos saber es QUÉ ES:

Por el movimiento: existe el movimiento y todo lo que se mueve es movido a su vez por un motor. Este, a su vez, ha sido movido anteriormente por otro, secuencia que se debería seguir hasta el infinito. Sin embargo, eso no es posible, por lo que tenemos que concluir que existe algo al principio de todo, un primer motor, que es el que ha puesto todo el sistema en marcha. A ese primero motor es a lo que Aquino denomina Dios. Por la causa eficiente: hay una serie de causas eficientes (principio que produce un efecto), pero es necesario que exista para ello una causa primera, pues, de lo contrario, no habría ningún efecto. Esa causa primera es Dios, según Aquino. Por lo posible y lo necesario: la generación y la corrupción muestran que hay entes que pueden ser o no ser. Puesto que estos entes alguna vez no han sido, tendría que haber habido un tiempo en que no hubiera nada y que nada hubiera llegado a ser. Es imprescindible entonces que exista un ente que sea necesario por sí mismo. A ese ente necesario es al que Aquino llama Dios. Por los grados de perfección: hay diversos grados de todas las perfecciones, que se aproximan más o menos al absoluto. Debe haber por lo tanto un ente que sea sumamente perfecto, y que sea causa de toda perfección de todo ser. Ese ser perfecto es Dios. Por el gobierno del mundo: los entes inteligentes tienden a un fin y a un orden. No lo hacen al azar, sino por la inteligencia que los dirige. Ha de haber, por tanto, un ente inteligente que ordena la naturaleza y la impulsa a su fin. Quien dirige inteligentemente la naturaleza es Dios.

“En esto consiste propiamente amar a alguien: querer el bien para él” “El estudioso es el que lleva a los demás a lo que él ya ha comprendido: la verdad” “Teme al hombre de un solo libro” “Todos los hombres, por naturaleza, desean saber” “Justicia es la firme y constante voluntad de dar a cada uno lo suyo” “La misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece el volcarse en otros y, más aún, socorrer sus carencias. Esto es peculiaridad del ser superior y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia” “Lo que se recibe se recibe al modo del recipiente” “La raíz de la libertad se encuentra en la razón. No hay libertad sino en la verdad”

: Tomás de Aquino: 10 claves para entender su pensamiento

¿Que era Dios para Santo Tomás?

El poder de dios según Tomás de Aquino –

Autores: María Fernández de la Mora Millán Directores de la Tesis: Ángel Luis González García ( dir. tes.) Lectura: En la Universidad de Navarra ( España ) en 2004 Idioma: español Tribunal Calificador de la Tesis: Alejandro Llano Cifuentes ( presid.), Rogelio Rovira Madrid ( secret.), Rafael Alvira Domínguez ( voc.), Eudaldo Forment Giralt ( voc.), Armando Segura Naya ( voc.) Materias:

Filosofía

Filosofía general

Metafísica, ontología Teología natural

Sistemas filosóficos

Sistemas teológico-filosóficos

Doctrinas filosóficas

Texto completo no disponible (Saber más,) Resumen

Tomás de Aquino mantiene que es posible predicar con verdad de Dios únicamente el poder que es potencia activa. Ésta puede describirse como un principio que no es mero inico que se funda en el acto, y que se dirige a un objeto distinto del mismo poder. Dios posee este poder de tres modos análogos entre si: es principio de sus efectos exteriores, posee potencia generativa y espirativa, y es principio de sus mismas acciones; sin embargo, sólo los dos primeros son poderes reales, puesto que sólo ellos principian algo realmente distinto de sí mismos. El fundamento más radical del poder divino es el ser de Dios. En cambio, el objeto no funda el poder realmente, sino sólo nuestro conocimiento del mismo. Esto supone que el poder pertenece a Dios aunque Él no principie de hecho ningún efecto. Ese objeto del poder divino en cuanto principio de sus efectos exteriores es ente, no contradictorio, es fruto de un hacer, y es no necesario. Sto. Tomás defiende que la omnipotencia es un rasgo característico del poder de Dios en cuanto capacidad natural, y la definición que mejor se adecua al conjunto del pensamiento de Tomás de Aquino sobre este asunto es “Dios puede todo ente”. Las limitaciones que el poder de Dios parece entrañar, y que se reflejan en esa definición de omnipotencia, no son realmente tales, puesto que aquello que Dios no puede (y aquello que no cabe bajo esa definición de omnipotencia) es precisamente lo que no es objeto de poder: por tanto, se demuestra que Dios es ciertamente omnipotente, y que aquella definición de omnipotencia es adecuada.

¿Qué quiere decir ser como Santo Tomás?

El ser humano desde la filosofía tomista – IPADE Business School El ser humano desde la filosofía tomista,- Para Santo Tomás de Aquino, el hombre es el ser superior y más digno, por estar dotado de racionalidad y libertad, pero también es autoperfectible para obrar de manera virtuosa y escoger libremente su meta en la vida, sin importar su edad o condición física: la felicidad.

En su tratado de teología Suma Teológica, el filósofo católico Santo Tomás de Aquino tiene una visión del ser humano como persona humana, siguiendo la famosa definición del filósofo latino-romano Boecio: “sustancia individual de naturaleza racional”, pero le agrega el factor importantísimo de la unión sustancial de alma y cuerpo.

Con esto, Tomás de Aquino quiere connotar que el ser humano se reconoce como un ser dotado de razón (capaz de obrar según un determinado fin) y además posee una voluntad o apetito racional, que le permite desear aquello que se le presenta como objeto.

  1. Y ya que posee un alma y un cuerpo unidos sustancialmente se ubica en espacio y tiempo en un contexto en el que participa activa y pasivamente, y que necesariamente influye en él.
  2. Es aquí donde Tomás de Aquino introduce el concepto de bien común, como un bien perseguido y alcanzado en sociedad.
  3. En las diversas etapas de la vida, la persona se encuentra íntimamente ligada a la sociedad, desde donde se constituye su perfección natural y la búsqueda de su felicidad,

Los problemas asociados con su bienestar se encuentran en relación directa con la sociedad a la cual pertenece y en la cual la justicia es el medio necesario para reestablecer el orden del individuo al bien común, fin de la comunidad política –sociedad que reúne a las sociedades–.

¿Qué le dijo Jesús resucitado a Tomás?

Capitulo 37: La Resurreccion y la Ascension Capitulo 37 EL sábado, día de reposo de los judíos, había pasado, y empezaban a desvanecerse las sombras de la noche ante la alborada del domingo más memorable de toda la historia, y mientras tanto la guardia romana vigilaba el sepulcro sellado dentro del cual yacía el cuerpo del Señor Jesús.

Estando todavía obscuro, la tierra empezó a temblar; un ángel del Señor descendió en gloria, quitó la inmensa piedra de la entrada del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto brillaba como un relámpago y sus vestidos eran blancos como la nieve. Los soldados, paralizados de temor, cayeron a tierra y se quedaron como muertos.

Cuando se hubieron recobrado parcialmente de su espanto, huyeron aterrados del sitio. Ni aun el rigor de la disciplina romana, que decretaba una muerte sumaria a todo soldado que desertaba su puesto, pudo detenerlos. Además, ya no había qué vigilar; el sello de autoridad fue hecho pedazos, y el sepulcro se hallaba abierto y vacío.

Al manifestarse las primeras señales de la aurora, la devota María Magdalena y las otras fieles mujeres se dirigieron al sepulcro, llevando especias y ungüentos que habían preparado para acabar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Algunas de ellas habían presenciado el sepelio y visto la prisa forzosa con que José y Nicodemo habían envuelto el cuerpo momentos antes que empezara el día de reposo; y ahora estas piadosas mujeres llegaron temprano para prestar sus servicios cariñosos mediante una unción y embalsamamiento externo y más completo del cuerpo.

Mientras se dirigían, conversando tristemente, parece que por primera vez se dieron cuenta de la dificultad que tendrían para entrar en el sepulcro “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?”—se preguntaban unas a otras. Evidentemente nada sabían del sello ni de la guardia.

Al llegar a la tumba vieron al ángel, y tuvieron miedo. “Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.

He aquí, os lo he dicho.” Las mujeres, aun cuando favorecidas con esta visita y afirmación angélicas, se alejaron de allí maravilladas y espantadas. Parece que María Magdalena fue la primera en llevar la noticia de la tumba vacía a los discípulos. No había comprendido el gozoso significado de la proclamación del ángel: “Ha resucitado, como dijo”.

  • En su agonía de amor y aflicción solamente se acordaba de las palabras: “No está aquí”, la verdad de las cuales se había grabado tan impresionantemente en ella tras una mirada rápida hacia el sepulcro abierto y vacío.
  • Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.” Pedro y el “otro discípulo”, indudablemente Juan, se dirigieron en el acto hacia el sepulcro, corriendo juntos.

Juan corrió más aprisa que su compañero, y al llegar a la tumba se bajó a mirar, y vio los lienzos en el suelo; pero Pedro, osado e impetuoso, entró en el sepulcro, seguido del apóstol más joven. Los dos vieron los lienzos y, en un lugar aparte, el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús.

  • Juan francamente afirma que habiendo visto estas cosas, creyó; y explica, hablando por sí mismo y los demás apóstoles: “Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.” La afligida Magdalena siguió a los dos apóstoles hasta el lugar de la sepultura.
  • No parece que había dado cabida en su corazón herido de pesar al concepto de la restauración de la vida del Señor; sólo sabía que el cuerpo de su querido Maestro había desaparecido.

Mientras Pedro y Juan se encontraban dentro del sepulcro, ella había permanecido afuera llorando. Cuando se hubieron ido, María se inclinó para mirar dentro de la cueva labrada en la roca, y vio allí a dos personajes, ángeles vestidos de blanco, “el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto”.

Con tierno acento le preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras?” En su respuesta no pudo más que expresar de nuevo el dolor que la agobiaba: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.” La ausencia del cuerpo, que para ella era todo lo que permanecía de Aquel a quien había amado tan profundamente, representaba una pérdida personal.

Se manifiesta un torrente de sentimiento y cariño en sus palabras: “Se han llevado a mi Señor.” Volviéndose de la tumba que, aun cuando iluminada en ese momento por aquella presencia angélica, para ella se encontraba vacía y abandonada, se enteró de otro Personaje que estaba cerca de ella.

Oyó su pregunta compasiva: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Casi sin levantar su llorosa faz hacia su interrogante, vagamente suponiendo que era el hortelano, y que tal vez él sabía dónde se hallaba el cuerpo de su Maestro, exclamó: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.” Sabía que habían depositado a Jesús en una tumba ajena; si el cuerpo había sido desahuciado de ese sitio, estaba preparada para proporcionarle otro.

“Dime dónde lo has puesto”—le rogó. Era Jesús, su querido Señor, a quien hablaba, pero no lo sabía. Una palabra de sus labios vivientes transformó su vehemente dolor en gozo extático. “Jesús le dijo: ¡María!” La voz, el tono, el tierno acento que ella había escuchado y amado en días anteriores la elevó de la profundidad desesperante en que había caído.

  1. Se volvió y miró al Señor, y en un arrebato de alegría extendió los brazos para estrecharlo, pronunciando una sola palabra de cariño y adoración, “Raboni”, que significa mi amado Maestro.
  2. Jesús contuvo su impulsiva manifestación de amor reverente, diciendo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” A una mujer, María de Magdala, se concedió el honor de ser la primera de todos los seres mortales en ver a un Alma resucitada, al propio Señor Jesús.

Más adelante el Cristo resucitado se manifestó a otras mujeres favorecidas, entre ellas, María, madre de José, y Juana, y Salomé, madre de los apóstoles Santiago y Juan. Estas y las otras mujeres que las acompañaban se habían asustado con la presencia del ángel en el sepulcro, y se habían alejado con sentimientos de temor mezclados con gozo.

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No estuvieron presentes al tiempo en que Pedro y Juan entraron en el sepulcro, ni posteriormente cuando el Señor se manifestó a María Magdalena. Probablemente volvieron más tarde, pues parece que algunas de ellas entraron en el sepulcro y vieron que el cuerpo del Señor no estaba allí. Encontrándose perplejas y asombradas, se dieron cuenta de la presencia de dos varones en vestidos resplandecientes, y al bajar las mujeres “el rostro a tierra”, los ángeles les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado.

Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras.” Y mientras se dirigían a la ciudad para comunicar el mensaje a los discípulos, “Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.

Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.” Uno podrá preguntarse por qué Jesús le prohibió a María Magdalena que lo tocara, y corto tiempo después permitió que otras mujeres le abrazaran los pies al inclinarse reverentemente delante de El.

Podemos suponer que el arrebato emocional de María fue causado más bien por un sentimiento de cariño personal pero santo, que por el impulso de una adoración devota que expresaron las otras mujeres. Aunque el Cristo resucitado mostró la misma consideración amigable y estrecha que había manifestado en su estado terrenal hacia aquellos con quienes se había asociado íntimamente, ahora ya no era literalmente uno de ellos.

  1. Había en El una dignidad que vedaba la íntima familiaridad personal.
  2. A María Magdalena Cristo dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre.” Si la segunda frase fue una explicación de la primera, nos vemos compelidos a deducir que a ninguna mano humana le fue permitido tocar el cuerpo resucitado e inmortal del Señor, sino hasta después que se hubo presentado al Padre.

Parece razonable y probable que entre la ocasión del impulsivo intento de María de tocar al Señor, y el acto de las otras mujeres que le abrazaron los pies al inclinarse para adorarlo reverentemente, Cristo ascendió a su Padre; y entonces volvió a la tierra para continuar su ministerio en su estado resucitado.

  • María Magdalena y las otras mujeres relataron a los discípulos la maravillosa narración de lo que había acontecido a cada una de ellas, pero los hermanos no podían creer lo que decían, y “les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían”.
  • Después de todo lo que Cristo les había enseñado concerniente a su resurrección de los muertos al tercer día, los apóstoles no eran capaces de aceptar la realidad de lo ocurrido; en sus pensamientos la resurrección era un acontecimiento misterioso y remoto, no una posibilidad actual.

No existía ni precedente ni analogía para las cosas que estas mujeres contaban—de que una persona muerta volviese a vivir con un cuerpo de carne y huesos que pudiera verse y palparse—con excepción de los casos del joven de Naín, la hija de Jairo y el querido Lázaro de Betania; pero en la restauración de éstos a una vida terrenal, y la resurrección rumorada de Jesús, ellos veían diferencias esenciales.

Una perplejidad profunda y dudas inquietantes reemplazaron, en este primer día de la semana, la angustia y sensación de pérdida irreparable que caracterizaron sus pensamientos el día de reposo de ayer. Pero mientras los apóstoles vacilaban en creer que Cristo realmente había resucitado, las mujeres, menos escépticas y más confiadas, lo sabían; porque no sólo lo vieron, sino oyeron su voz, y algunas le habían tocado los pies.

Cuando los guardas romanos se hubieron recobrado lo suficiente de su temor para huir precipitadamente del sepulcro, fueron a los principales sacerdotes, bajo cuyas órdenes Pilato los había puesto, e informaron de los acontecimientos sobrenaturales que habían presenciado.

Estos jerarcas eran saduceos, y uno de los rasgos distintivos de su partido o secta consistía en negar que era posible la resurrección de los muertos. Se convocó una sesión del Sanedrín, y se dio consideración al inquietante informe de los guardas. Con el mismo espíritu con que habían procurado matar a Lázaro, a fin de sofocar el interés popular manifestado en el milagro de su restauración a la vida, estos engañadores sacerdotales ahora conspiraron para desacreditar la verdad de la resurrección de Cristo sobornando a los soldados para que mintiesen.

Se les aconsejó que dijeran: “Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos”, ofreciéndoles mucho dinero si esparcían esta mentira. Los soldados aceptaron la tentadora proposición e hicieron lo que les fue mandado, ya que este paso les parecía la mejor manera de salir de una situación crítica.

En caso de que los declarasen culpables de dormirse en sus puestos, serían ejecutados en el acto; pero los judíos los alentaron con esta promesa: “Si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo.” Se debe tener presente que se puso a los soldados a las órdenes de los principales sacerdotes, y se supone, por tanto, que no estaban obligados a informar los detalles de sus hechos a las autoridades romanas.

El cronista agrega que hasta el día en que él estaba escribiendo, se había extendido entre los judíos la calumnia de que los discípulos habían sacado del sepulcro el cuerpo de Cristo. La totalmente insostenible posición de la falsa comunicación es palpable.

Si todos los soldados se durmieron—ocurrencia sumamente improbable en vista de que esta negligencia constituía una ofensa capital—¿cómo les fue posible saber que alguien se había acercado al sepulcro? Y con mayor particularidad, ¿cómo podían comprobar su declaración, aun cuando hubiese sido cierto que el cuerpo fue hurtado, y los discípulos habían sido los ladrones? Fueron los principales sacerdotes y ancianos del pueblo los que inventaron la falsa noticia.

Sin embargo, no todos los del círculo sacerdotal participaron en el acto. Algunos que quizá habían sido discípulos secretos de Jesús antes de su muerte, ya no tuvieron temor de identificarse manifiestamente con la Iglesia, después de quedar completamente convertidos con la evidencia de la resurrección del Señor.

  1. Leemos que pocos meses después “muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”.
  2. La tarde de ese mismo domingo, dos discípulos, no de los apóstoles, se apartaron del pequeño grupo de creyentes en Jerusalén y se dirigieron hacia la aldea de Emaús, que se hallaba a unos once o doce kilómetros de la ciudad.

El tema de su conversación sólo pudo haber sido uno, y de este asunto hablaban al andar, citando los varios acontecimientos de la vida del Señor, refiriéndose en forma particular a su muerte, ocurrencia que había puesto tan triste fin a sus esperanzas de un reino mesiánico, y maravillándose profundamente del incomprensible testimonio de las mujeres concerniente a su reaparición en calidad de alma viviente.

  1. Mientras caminaban, absortos en su triste y profunda conversación, se unió a ellos otro Viajero.
  2. Era el Señor Jesús; “mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen”.
  3. Con atento interés les preguntó: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?” Uno de los discípulos, llamado Cleofas, contestó con sorpresa y un poco de conmiseración al ver la aparente ignorancia del Desconocido: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” Resuelto a arrancar de sus labios una declaración completa del asunto que los agitaba tan visiblemente, el Cristo incógnito preguntó: “¿Qué cosas?” Dejando de lado la reticencia, respondieron: “De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.” Con voz afligida continuaron su relato explicando cómo habían cifrado sus esperanzas en que Jesús, para entonces crucificado, hubiese probado ser el Mesías enviado a redimir a Israel; pero “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”.

Entonces cobrando un poco más de ánimo, pero perplejos todavía, le informaron que unas mujeres de su compañía los habían asombrado esa mañana con la noticia de que yendo temprano a visitar el sepulcro, habían descubierto que el cuerpo del Señor no estaba allí, y “vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive”.

Además de las mujeres, otros habían ido a la tumba y verificado la ausencia del cuerpo, pero sin haber visto al Señor. Entonces Jesús, reprendiendo con tiernos acentos a sus compañeros de viaje por ser tan “insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho”, les preguntó impresionantemente: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Comenzando desde las inspiradas declaraciones de Moisés, les explicó las Escrituras, refiriéndose a todas las palabras proféticas relacionadas con la misión del Salvador.

Habiendo acompañado a los dos hombres hasta su destino, Jesús “hizo como que iba más lejos”, pero lo instaron a que permaneciera con ellos porque el día ya había declinado. Aceptó su ruego hospitalario de acompañarlos a la casa, y en cuanto hubieron preparado su comida sencilla se sentó con ellos a la mesa.

En calidad de Invitado de honor, “tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio”. Quizá hubo algo en el fervor de la bendición, o en la manera de partir y distribuir el pan, que les evocó recuerdos de otros días—o posiblemente vieron las manos heridas—pero cualquiera que haya sido la causa inmediata, los dos discípulos miraron de fijo a su Huésped, y “les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista”.

Bajo el impulso de un asombro gozoso se levantaron de la mesa, reprochándose el uno al otro por no haberlo reconocido antes. “¿No ardía nuestro corazón en nosotros—dijo uno de ellos—mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Inmediatamente se volvieron sobre sus pasos y regresaron en el acto a Jerusalén, para confirmar con su testimonio lo que los hermanos vacilaban en aceptar.

  • Cuando Cleofas y su compañero llegaron a Jerusalén esa noche, hallaron a los apóstoles reunidos con otros creyentes devotos en solemne y reverente asamblea, con las puertas cerradas.
  • Habían tomado estas medidas de precaución “por miedo de los judíos”.
  • Aun los apóstoles se habían dispersado por motivo del arresto, condenación y asesinato judicial de su Maestro; pero al oir la noticia de su resurrección, ellos y los discípulos en general se rehicieron para formar el núcleo de un ejército que en breve se extendería por todo el mundo.

Los dos discípulos volvieron para encontrarse con la gozosa nueva de que “ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón”. Esta referencia es la única que hacen los escritores evangélicos a la apariencia personal de Cristo a Simón Pedro ese día.

La entrevista entre el Señor y su ayer tímido, pero hoy arrepentido apóstol, debe haber sido conmovedora en extremo. El remordimiento de Pedro por haber negado a Cristo en el palacio del sumo sacerdote fue profundo y digno de lástima; aun pudo haber dudado que el Maestro volviera a llamarlo su siervo; pero deben haber resurgido sus esperanzas al oir el mensaje de las mujeres que volvían de la tumba, en el cual el Señor mandaba saludos a los apóstoles, a quienes por primera vez llamaba hermanos, sin excluir a Pedro de esta honorable y cariñosa designación; además, la comisión del ángel a las mujeres había dado prominencia a Pedro, haciendo particular mención de él.

A su apóstol arrepentido vino el Señor, indudablemente con perdón y seguridad consoladora. Pedro mismo guarda silencio reverente concerniente a la visita, pero Pablo presenta su testimonio de este hecho como una de las pruebas definitivas de la resurrección del Señor.

Tras el jubiloso testimonio de los creyentes reunidos, Cleofas y su compañero relataron cómo los había acompañado el Señor mientras iban a Emaús, las cosas que les había enseñado y la manera en que lo reconocieron al partir el pan. En tanto que la pequeña compañía estaba conversando, “Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros”.

Todos se espantaron, suponiendo con temor supersticioso que se había introducido un fantasma entre ellos. Entonces el Señor los calmó, diciendo: “¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.” Entonces les mostró las heridas en sus manos, pies y costado.

  • Ellos, de gozo, no lo creían”, es decir, juzgaban la realidad que estaban presenciando, de ser demasiado grande, demasiado gloriosa, para ser cierta.
  • A fin de asegurarlos más firmemente que no era una forma insubstancial, o un ser inmaterial de substancia intangible, sino un Personaje viviente dotado de órganos internos así como externos, les preguntó: “¿Tenéis aquí algo de comer?” Le ofrecieron parte de un pez asado y otros alimentos, que El “tomó y comió delante de ellos”.

Estas evidencias indisputables de la corporeidad de su Visitante tranquilizó los pensamientos de los discípulos y les permitió pensar más racionalmente; y viéndolos sosegados y receptivos, el Señor les recordó que todo cuanto le aconteció se verificó de acuerdo con lo que les había dicho mientras estuvo con ellos.

  • Ante su divina presencia su entendimiento se vivificó y ensanchó, de modo que pudieron comprender, como nunca jamás, las Escrituras—la Ley de Moisés, los libros de los profetas y los Salmos—concernientes a El.
  • Atestiguó la necesidad de su muerte, ahora realizada, tan plenamente como la había predicho y afirmado previamente.

Entonces añadió: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas.” Entonces los discípulos se llenaron de gozo.

Cuando estaba a punto de partir, el Señor los bendijo, diciendo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envio—comisión autorizada que se refirió personalmente a los apóstoles—y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.” Uno de los apóstoles, Tomás, se hallaba ausente cuando el Señor Jesús se apareció en la reunión de los discípulos la tarde del Domingo de Resurrección.

Se le comunicó lo que los otros habían presenciado, pero esto no lo convenció; y ni el solemne testimonio, “al Señor hemos visto”, logró despertar la fe en su corazón. En su estado de escepticismo mental, exclamó: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.” Debemos templar nuestro juicio con precaución y amor antes de resolver sobre la disposición incrédula de este hombre.

Difícilmente podía impugnar las circunstancias ampliamente atestiguadas del sepulcro vacío, o la veracidad de María Magdalena y las otras mujeres con respecto a la presencia de los ángeles y la aparición del Señor; o el testimonio de Pedro, o el de toda la compañía reunida; pero quizá interpretaba estas manifestaciones declaradas como una serie de visiones subjetivas, y vagamente suponía que la ausencia del cuerpo del Señor había resultado de la restauración sobrenatural de Cristo a la vida, seguida de una partida corporal y final de la tierra.

Lo que Tomás disputaba era la manifestación corpórea del Señor resucitado, así como las señales de las heridas consiguientes a la crucifixión y la invitación de palpar y tocar el cuerpo resucitado de carne y huesos. Carecía de ese mismo concepto definitivo de la resurrección que le permitiera aceptar en forma literal el testimonio de sus hermanos y hermanas que habían visto, oído y palpado.

Al cabo de una semana, porque así se entiende la designación hebrea “ocho días después”, y por consiguiente, fue el siguiente domingo—día de la semana que más tarde llegó a conocerse en la Iglesia como el “día del Señor”, y a observarse como el día de reposo en lugar del sábado mosaico—los discípulos se hallaban congregados otra vez, y Tomás con ellos.

Se estaba efectuando la reunión con las puertas cerradas, y supuestamente vigiladas, porque había peligro de que los interrumpieran los alguaciles judíos. En estas circunstancias llegó Jesús, “y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomas: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” La mente escéptica de Tomás fue instantáneamente despejada, y quedó purificado su corazón dudoso.

La convicción de la gloriosa verdad inundó su alma, y con reverencia contrita se postró delante de su Salvador, expresando a la vez su reverente admisión de la divinidad de Cristo: “¡Señor mío y Dios mío!” Se aceptó su adoración, y el Salvador le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” Tanto el ángel que se apareció en el sepulcro, como a su vez el propio Cristo resucitado, habían instruido a los apóstoles que fueran a Galilea, donde verían al Señor, de conformidad con lo que les había declarado antes de su muerte.

Demoraron su partida hasta una semana después de la resurrección y entonces, una vez más en su provincia nativa, se pusieron a esperar. En la tarde de uno de esos días de espera, Pedro dijo a seis de los apóstoles que estaban con él: “Voy a pescar”; a lo cual los otros contestaron: “Vamos nosotros también contigo.” Sin más dilación entraron en una barca de pescar, y aunque trabajaron toda la noche, cuantas veces echaban la red, la sacaban vacía.

Al aproximarse la aurora se dirigieron hacia la playa chasquedos y desanimados. En la tenue luz de la alborada oyeron que alguien llamaba desde la ribera, preguntando: “Hijitos, ¿tenéis algo de comer?” Al oir la voz, “le respondieron: No”. Era Jesús quien preguntaba, aunque ninguno de los que se hallaban en la barca lo reconoció.

Volvió a llamarlos, diciendo: “Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.” Fue tan sorprendente el resultado al obedecer las instrucciones dadas, que debe haberles parecido milagroso; indudablemente les hizo recordar aquella otra maravillosa pesca que había sobrepujado su habilidad como pescadores; y por lo menos tres testigos del milagro anterior se hallaban ahora en el barco.

  1. Juan, siempre presto para discernir, dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”; y éste, impulsivo como siempre, rápidamente se ciñó la ropa y se echó al agua para llegar más pronto a la orilla y postrarse a los pies de su Maestro.
  2. Los otros dejaron la nave y entraron en una barca pequeña que remaron a tierra, arrastrando la pesada red llena de peces.

Al llegar a la playa vieron unas brazas puestas y un pez encima de ellas, y a un lado un abastecimiento de pan. Jesús les mandó que trajeran de los peces que acababan de pescar, instrucción que el fornido Pedro obedeció, entrando en el agua y sacando la red a tierra.

  1. La pesca, al ser contada, contenía ciento cincuenta y tres peces grandes; y el narrador añade significativamente que “aun siendo tantos, la red no se rompió”.
  2. Entonces Jesús dijo: “Venid, comed”; y en calidad de Huésped, dividió y repartió el pan y el pescado.
  3. No nos es dicho si comió con sus invitados.
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Todos sabían que era el Señor quien los atendía tan hospitalariamente; y sin embargo, en esta ocasión, así como otras en que apareció en su estado resucitado, había en El un porte que infundía asombro y cohibición. De buena gana lo habrían interrogado, pero no se atrevieron.

Juan nos dice que “ésta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos”; y de ello entendemos que fue la tercera ocasión en que Cristo se manifestó al grupo completo o parcial de los apóstoles; porque, contando también la aparición a María Magdalena, a las otras mujeres y a los dos discípulos que iban por el camino, esta fue, según las Escrituras, la séptima aparición del Señor resucitado.

Terminada la comida, “Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” La pregunta, por bondadoso el tono con que se hizo, debe haberle partido el corazón a Pedro, pues le recordaba su osada pero inconstante afirmación: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”; y entonces había negado conocer siquiera al hombre.

Pedro contestó humildemente a la interrogación del Maestro: “Sí, Señor; tú sabes que te amo.” Entonces le dijo Jesús: “Apacienta mis corderos.” Se volvió a repetir la pregunta, y Pedro contestó en la misma forma, a lo cual el Señor respondió: “Pastorea mis ovejas.” Y por tercera vez Jesús preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?” Pedro se sintió herido y apenado por esta reiteración, pensando tal vez que el Señor no tenía confianza en él.

Pero así como tres veces había negado, ahora se le dio la oportunidad de hacer esta triple confesión. A la interrogación que por tres veces se le había hecho, Pedro respondió: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.” La comisión “apacienta mis ovejas” fue no sólo una confirmación de la confianza del Señor, sino de la realidad de la presidencia de Pedro entre los apóstoles.

  • Enfáticamente había anunciado su disposición de seguir a su Maestro aun hasta la cárcel y la muerte.
  • Y el Señor, que ahora había muerto ya, le dijo: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.” Juan entonces nos informa que el Señor habló de esta manera para señalar la muerte con la cual Pedro tomaría su lugar entre los mártires.

La analogía indica que había de ser crucificado, y nunca se ha refutado la historia tradicional de que así fue como Pedro selló su testimonio del Cristo. Después de lo anterior el Señor dijo a Pedro: “Sígueme.” El significado de este mandamiento fue actual así como futuro.

  1. Apartándose de los otros que se encontraban en la playa, el hombre acompañó a Jesús, así como poco después siguió a su Señor hasta la cruz.
  2. Indudablemente Pedro comprendió la referencia a su martirio, pues así lo indican sus escritos en años posteriores.
  3. Mientras Cristo y Pedro caminaban juntos, éste, mirando hacia atrás, vió que Juan los seguía, y preguntó: “Señor, ¿y qué de este?” Pedro deseaba penetrar lo futuro para conocer la suerte de su compañero, si Juan también habría de morir por la fe.

El Señor respondió: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” Fue una amonestación dada a Pedro de cumplir con sus propios deberes y seguir al Maestro por dondequiera que el camino lo llevara. Refiriéndose a sí mismo, Juan añade: “Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría.

  • Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?” La revelación moderna atestigua que Juan todavía vive en su estado corporal, y que permanecerá en la carne hasta el aún futuro advenimiento del Señor.
  • Acompañado de Pedro y de Santiago, sus compañeros martirizados y resucitados, “el discípulo a quien amaba Jesús” ha oficiado en la restauración del Santo Apostolado en esta dispensación del cumplimiento de los tiempos.

Jesús había designado cierto monte en Galilea donde habría de reunirse con sus apóstoles, y allí se dirigieron los Once. Cuando lo vieron en el lugar señalado, lo adoraron. El evangelista nos informa que “algunos dudaban”, de lo cual se puede inferir que se hallaban presentes otros, además de los apóstoles, entre quienes había algunos que no estaban convencidos de la real corporeidad del Cristo resucitado.

Esta pudo haber sido la ocasión acerca de la que el apóstol Pablo escribió unos veinticinco años después, en donde afirma que el Señor “apareció a más de quinientos hermanos a la vez”, de los cuales, aunque algunos ya habían fallecido, la mayoría de ellos todavía eran testigos vivientes del testimonio de Pablo en esa época.

A los que estaban reunidos en el monte, Jesús declaró: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” Esto no pudo entenderse o interpretarse como otra cosa sino la afirmación de su divinidad absoluta. Su autoridad era suprema, y aquellos a quienes El comisionara obrarían en su nombre, y por un poder que nadie podría conferir o quitar.

  1. Durante cuarenta días después de su resurrección, el Señor se manifestó periódicamente a los apóstoles—individualmente a algunos, y a todos ellos como cuerpo—y les dió instrucciones “acerca del reino de Dios”.
  2. Los evangelios no siempre precisan el tiempo y lugar de determinados acontecimientos, pero no hay razón para dudar del objeto de las instrucciones del Señor durante este período.

Mucho de lo que dijo e hizo no está escrito. Pero las cosas que sí se escribieron, como nos lo asegura Juan, “se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y que para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Al acercarse el momento de su ascensión, el Señor dijo a los once apóstoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” Al contrario de su comisión anterior, en virtud de la cual fueron enviados únicamente “a las ovejas perdidas de la casa de Israel”, ahora debían ir a los judíos y gentiles, esclavos y libres: al género humano en general, sin consideración a su país, nación o lengua.

La salvación—mediante la fe en Jesús el Cristo, acompañada del arrepentimiento y el bautismo—habría de ser ofrecida gratuitamente a todos; de allí en adelante el menosprecio de esa oferta traería la condenación. Se prometió que “estas señales” y milagros “seguirán a los que creen”, a fin de confirmar su fe en el poder divino; pero en ningún sentido quedó indicado que estas manifestaciones habrían de anteceder la fe, como señuelos para entrampar al crédulo buscador de señales.

Asegurando a los apóstoles, una vez más, que se cumpliría la promesa del Padre mediante la venida del Espíritu Santo, el Señor les dio instrucciones de permanecer en Jerusalén, a donde habían vuelto de Galilea, hasta que fueran “investidos de poder desde lo alto”; y entonces añadió: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” En el curso de esa última y solemne entrevista, y probablemente mientras el Señor resucitado se alejaba de la ciudad con los Once hacia el familiar paraje sobre el Monte de los Olivos, los hermanos, imbuídos aún en el concepto de que el reino de Dios habría de ser una institución terrenal de poder y dominio, le preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Jesús respondió: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Precisó y recalcó sus deberes en estos términos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Amén.” Cuando Cristo y los discípulos llegaron hasta Betania, el Señor alzó sus manos y los bendijo; mientras aún hablaba, ascendió de entre ellos, y vieron que era alzado hasta que una nube lo ocultó de sus ojos. Entre tanto que los apóstoles se hallaban con los ojos puestos en el cielo, aparecieron junto a ellos “dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.

Reverentemente y llenos de gozo los apóstoles volvieron a Jerusalén para esperar allí la venida del Consolador. La ascensión del Señor se había realizado; tan verdaderamente literal fue la partida de Jesús, como lo fue su resurrección, mediante la cual su espíritu volvió a su propio cuerpo físico que hasta ese momento había estado muerto.

En el mundo quedó, y aún queda, la gloriosa promesa de que Jesús el Cristo—el mismo Ser que ascendió del Monte de los Olivos con su cuerpo inmortal de carne y huesos—volverá y descenderá de los cielos en la misma forma y substancia materiales.

No se sabe el tiempo y manera precisos en que Cristo salió de la tumba. —Nuestro Señor predijo en forma definitiva su resurrección de los muertos al tercer día (; ; ; ; ; ; ; ); y los ángeles en el sepulcro () así como el propio Señor resucitado () verificaron el cumplimiento de las profecías, y así lo testificaron los apóstoles en años posteriores. (; ) Esta referencia al tercer día no debe entenderse que significa tres días completos. Los judíos empezaban a contar las horas diarias desde la puesta del sol, de modo que la hora antes de la puesta del sol y la que seguía después pertenecían a distintos días. Jesús murió y fue sepultado el viernes en la tarde. Su cuerpo muerto estuvo en la tumba parte del viernes (el primer día), durante el sábado, o como dividimos los días, desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado (el segundo día) y parte del domingo (el tercer día). No sabemos cuál fué la hora, entre la puesta del sol del sábado y la aurora del domingo, cuando se levantó. The El hecho de que en la alborada del domingo ocurrió un temblor, y el ángel del Señor descendió y quitó la piedra de la entrada del sepulcro—cosa que deducimos de S. —no es evidencia de que Cristo no pudo haber resucitado antes. Se quitó la piedra y se reveló el interior del sepulcro a fin de que quienes llegaran pudieran ver por sí mismos que el cuerpo del Señor ya no estaba allí; pero no fue necesario abrirle la puerta al Cristo resucitado para poder salir. En su estado inmortal podía aparecer y desaparecer, aunque fuera en un lugar cerrado. Un cuerpo resucitado, aunque de substancia tangible y con todos los órganos de un cuerpo físico, no está sujeto a la graveded de la tierra, ni pueden interrumpir sus movimientos los obstáculos materiales. Para nosotros, que limitamos el movimiento únicamente a las tres dimensiones del espacio, es necesariamente incomprensible el paso de una substancia sólida, como por ejemplo un cuerpo viviente de carne y huesos, a través de un muro de piedras. Sin embargo, el ejemplo del Cristo resucitado, junto con los movimientos de otros personajes también resucitados, establecen que estos seres se mueven de acuerdo con leyes, para ellos naturales, que les permiten introducirse en esa forma. De ahí que en septiembre de 1823, Moroni, profeta nefita que había muerto aproximadamente en el año 400 de nuestra era, le apareció a José Smith en su alcoba tres veces durante la misma noche, yendo y viniendo sin que lo interrumpieran en lo más mínimo los muros o el techo de la casa. (Véase P. de G.P., ; también Artículos de Fe, por el autor, págs.14, 15.) La corporeidad de Moroni, manifestada por el hecho de que tenía en sus manos las planchas metálicas sobre las cuales estaba grabada la historia que nosotros conocemos como el Libro de Mormón, evidencia que era un hombre resucitado. En igual manera los seres resucitados poseen la facultad para hacerse visibles o invisibles a los ojos físicos del ser mortal. El intento de desacreditar el hecho de la resurrección por medio de mentiras. —Ya hemos tratado ampliamente en el texto la falsa aseveración de que Cristo no resucitó, sino que los discípulos hurtaron su cuerpo de la tumba. La mentira es su propia refutación. Los incrédulos de una fecha posterior, enterados del palpable absurdo de este tosco intento de hacer una falsa representación, no han vacilado en sugerir otras hipótesis, cada una de las cuales es conclusivamente insostenible. Por tanto, la teoría basada en la imposible suposición de que Cristo no estaba muerto cuando fue bajado de la cruz, sino en un coma o estado inconsciente, y que más tarde se le revivió, se confuta por sí misma cuando la consideramos en relación con los hechos conocidos. La herida de la lanza del soldado romano habría sido fatal, en caso de que el Señor todavía hubiera estado vivo. Además, los miembros del concilio judío, a quienes no podemos juzgar de haber participado en la sepultura de un hombre vivo todavía, bajaron el cuerpo, lo llevaron, envolvieron y sepultaron; y en lo que respecta a una subsiguiente revivificación, Edersheim (tomo 2, pág.626) terminantemente afirma: “Sin mencionar los muchos absurdos relacionados con esta teoría, lo que realmente hacemos—al absolver a los discípulos de complicidad—es acusar de fraude al propio Cristo.” Una persona crucificada, quitada de la cruz antes de morir y subsiguientemente revivida, no podía haber andado con los pies heridos y quebrantados el mismo día de su revivificación, como lo hizo Jesús en el camino a Emaús. Otra teoría, muy popular en su época, fue la de imputar una decepción inconsciente a los que afirmaron haber visto al Cristo resucitado, alegándose que todas estas personas fueron víctimas de visiones objetivas pero irreales, conjuradas por su propia condición agitada e imaginativa. La independencia y señalada individualidad de las varias apariciones atestiguadas del Señor desmienten la teoría de las visiones. La clase de ilusiones visuales subjetivas, como las que se fundan en esta hipótesis, presuponen un estado de expectación por parte de aquellos que creen que las ven; pero todos los acontecimientos relacionados con las apariciones de Jesús después de su resurrección se opusieron diamétricamente a las expectaciones de aquellos que llegaron a ser testigos de su estado resucitado. Citamos los casos anteriores de teorías falsas e insostenibles, concernientes a la resurrección de nuestro Señor, como ejemplos de los numerosos esfuerzos abortivos que se han hecho para desacreditar, por medio de explicaciones, el milagro más grande y el hecho más glorioso de la historia. Da fe de la resurrección de Jesucristo una evidencia más conclusiva que aquella sobre la cual descansa nuestra aceptación de los hechos históricos en general. Sin embargo, el testimonio de la resurrección de nuestro Señor de entre los muertos no se funda en la página escrita. A quien buscare con fe y sinceridad le será dada una convicción individual que le permitirá confesar reverentemente, como exclamó el ilustre apóstol de la antigüedad: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Jesús, Dios el Hijo, no está muerto. “Yo sé que mi Redentor vive.” () Apariciones de Jesucristo entre su resurrección y ascensión, según las Escrituras: 1. A María Magdalena, cerca del sepulcro. (; ) 2. A otras mujeres, en un sitio indeterminado entre el sepulcro y Jerusalén. () 3. A dos de los discípulos, en el camino a Emaús. (; ) 4. A Pedro, en Jerusalén o sus cercanías. (; ) 5. A diez de los apóstoles y otros, en Jerusalén. (; ) 6. A los once apóstoles, en Jerusalén. (; ) 7. A los apóstoles, en el Mar de Tiberias, Galilea. () 8. A los once apóstoles, en un monte de Galilea. () 9. A quinientos hermanos juntos; no se especifica el sitio, pero probablemente fue en Galilea. () 10. A Santiago o Jacobo. () Notemos que ninguno de los escritores evangélicos menciona esta manifestación.11. A los once apóstoles, al tiempo de la ascención, en el Monte de los Olivos, cerca de Betania. (; ) Más adelante examinaremos las apariciones de nuestro Señor a los hombres en una época posterior a su ascención.

; también el, ; compárese con ; ;,,,,,, ; compárese con, Nota 1 al fin del capítulo., ; pág.700 de esta obra. Compárese con, Nota 2 el fin del capítulo. ; compárese con, ; compárese con, ;, ;,,, Muchas autoridades declaran que las palabras “y un panal de miel” () son un aditamento espurio que se ha hecho al texto original., ; compárese con, ; compárese con ;,, ; ; compárese con y, El tratamiento de “hijitos” equivale a nuestro uso moderno de “señores”, “varones” o “jóvenes”. Concordaba en todo sentido con la manera corriente de hablar. ; véase también la pág.209 de esta obra. ; ; compárese con ; ; pág.631 de esta obra. ; también la pág.662 de esta obra., ; compárese con,,, Nota 3 al fin del capítulo., ; compárese con, recordando que este pasaje puede referirse a lo que aconteció antes, así como después, de la muerte del Señor.,,, ; véase también ; y compárese con ; ;, ; compárese con ;,, ; véase también,

: Capitulo 37: La Resurreccion y la Ascension

¿Qué nombre le puso Jesús a Simón?

El llamado de Jesús – San Pedro, pintura de El Greco, Pedro fue incorporado como discípulo al principio del ministerio de Jesús, Los evangelistas sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) describen su entrada de manera diferente a como lo hace Juan. Aquí se ven las diferencias entre los dos: Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron.

Mateo 4, 18-20 Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías. Y se lo presentó a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás, pero te llamarás Cefas, que quiere decir Pedro (roca). Juan 1, 41-42 Según Juan 1:40-42 fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras encontrarse ambos entre los seguidores de Juan el Bautista,

La narración de los evangelios sinópticos ofrece otro punto de vista: al ver a Simón Pedro y a su hermano Andrés recoger las redes, Jesús los invitó a hacerse «pescadores de hombres». ​ En esos textos, fue Simón el primero en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, y no su hermano Andrés.

¿Que necesitaba Tomás para creer?

Según el evangelio de Juan (20:24-29), Tomás llegó a decir: ‘Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré’.